domingo, 22 de agosto de 2010

La República de las Tres Islas, Cap. VII

INDICE:

Capítulo I.
Caítulo II.
Capítulo III.
Capítulo IV.
Capítulo V
Capítulo VI.

VII

¿Y entonces?- Pensó- ¿Qué hago acá? ¿Para que sirve todo esto?- Y por un momento el parlamento, las votaciones, los partidos, los acuerdos, todo ese mundo que lo rodeaba, no le pareció más que la simple –y decadente- fachada que ocultaba los despiadados y feroces intereses que dominaban la existencia de los hombres. La voraz necesidad de las riquezas y los egos. Su mundo se le reveló como una máscara hipócrita que todos necesitaban, un discurso al que todos apelaban para defender sus ansías de riqueza, sus desvaríos ideológicos y sus sueños de poder. A final de cuentas, parecía ser que todo no era más que un eterno discurrir de palabras, un discurrir altanero y falaz que celaba la verdad de los actos de cada cual. La palabra era como una cortina de humo, una niebla densa que ocultaba en su seno el interés y toda su inmundicia, siempre sostenido por el poder y sus relaciones, relaciones cambiantes como los caprichos de un niño, que un momento te ponían en el centro del mundo y al siguiente te lanzaban por la borda. Como un niño, caprichoso como un niño. Así era el poder. Siempre yendo y viniendo. Nunca en las manos de nadie, o no realmente al menos, sino que siempre en medio de una red de caprichos, de una red de relaciones, de miradas, de amores y de odios, de deseos y temores. Estaba siempre en un movimiento constante, y las instituciones, el parlamento, el senado, el rey, no eran más que parte de esa cortina de humo, no eran más que una parte de esa fachada inmunda que con tanta claridad veía ahora.

Pensaba en esta gran farsa, cuando unos pasos furtivos en su despacho lo sacaron de sus pensamientos. A esa hora el parlamento estaba ya vacío, y en sus largos pasillos no dominaba más que el silencio.

Aún más sorprendido quedó al ver recortarse en las penumbras una silueta que inmediatamente le resulto familiar. Y cuando la silueta habló, saludándolo, de la sorpresa pasó a la alegría.

-Buenos noches, Nuspano. ¿Qué pensamientos te consumen en está oscuridad? Reconoció la voz de inmediato. Era su primo Navedo Ganoví, a quien nadie había visto por más de diez años.

Desde siempre, Navedo había sido el miembro más cercano de su familia, y con el tiempo, se había transformado en una suerte de hermano mayor. Había sido él quién lo iniciara en la política y quién le inculcara las ideas del grupo. Lo introdujo en el movimiento y lo apadrinó por años. Sin embargo, con el tiempo, fue distanciándose de la línea oficial de Gadaré, quien a pesar de su caída, se obstinaba en continuar postulando una vía parlamentaria. Él en cambio, siempre quizo estar un paso más adelante. Y así lo recordaba, polémico, confrontacional, con una inteligencia clara y precisa. Extrañamente lograba al mismo tiempo ser un soñador con un aire de poeta y una persona práctica y precisa. Quizás por eso mismo, solía pensar, terminó por sentirse limitado y encerrado en los límites de la polítca del partido, pasando con el tiempo del entusiasmo a la frustación y terminando a final de cuentas, por dimitir. Había puesto sus esperanzas directamente en la gente del pueblo. Abandonó la casa familiar para ir a vivir entre los pescadores, los pastores, los campesinos. Algunos lo siguieron y otros se sumaron con el tiempo. Organizó huelgas y movimientos, y al final, postuló la idea de que sólo el pueblo actuando por sí mismo lograría algún cambio real. No encontró nunca partidarios demasiado numerosos. Y un día, o una noche, simplemente desapareció en la nada, luego de que ciertos rumores lo ligarán a la muerte de un coronel que había reprimido sangrientamente una marcha de campesinos que avanzaba hacia Gnalacama, la capital de Dodora. A pesar de que las voces nunca fueron confirmadas, no habí vuelto a saber de él, hasta que su silueta se recortó entre las sombras del despacho.

Cuando finalmente logró salir del estupor, Nuspano corrió haciá él y lo abrazó. Y al abrazarlo sintió que nada era tan grave, que nada era tan complejo. Se sintió tremendamente aliviado. Su primo había elegido el mejor momento para reaparecer en su vida. Sí alguien en el mundo lo conocía bien, ese era él. Sólo Navedo, pensó, podía orientarlo y ayudarlo a tomar una decisión.

-Navedo, no sabes que alegría siento de verte nuevamente. Pero dime ¿Dónde has estado todo este tiempo?

- ¿Qué donde he estado? ¿Aún no te habías dado cuenta?- respondió él. Y luego, mirándolo directamente a los ojos: -Preparando este momento primo. Eso he estado haciendo.- Dijo con determinación y apuntando al suelo con el dedo índice.

Nuspano se quedó observándolo boquiabierto, sin saber bien que decir.

-Nada de esto es casual primo. Yo y mis hombres llevamos años conspirando. Y ahora por fin el momento ha llegado.

- ¿El momento para qué?

- Para tomar el poder Nuspano. Basta de arrastrarnos y mendigar en los salones decadentes de la nobleza, pidiendo favores, predicando como monjes y soñando como niños. Para lograr nuestros objetivos necesitamos usar la fuerza y por la fuerza tomaremos el poder y con el poder forjaremos un mundo nuevo. Un mundo justo.

Lo observaba hablar sumido en la perplejidad. El fondo de su discurso era el mismo de siempre. La justicia, el pueblo. Pero su modo de hablar era distinto. Antes de desvanecerse en la nada hablaba también de ideales y de sueños, pero como si fueran una realidad lejanísima, intocable. Y al hacerlo sus ojos se llenaban de emoción, un ardor especial cruzaba su mirada, su voz poseía un timbre especial, embriagador. Ahora en cambio, hablaba de tomar el poder como un médico que receta un tratamiento duro, pero inevitable. Sus palabras no se dejaban ya transportar por la pasión. En su mirada y su voz habían ahora autoridad, deterrminación, fuerza y sangre fría. Su discurso era claro, preciso y al mismo tiempo enormemente fascinante. Era el discurso de alguién que sabía perfectamente lo que quería, y lo que debía hacer para conseguirlo.

- ¿Pero tomar el poder? ¿Crees que sería una solución?

- No, no es "una" solución, es "LA" solución. ¿Acaso no te has dado cuenta? Por eso estoy aquí. Porque sé que tú ya lo sabes. Sé que te has dado cuenta que este cementerio que llaman parlamento no sirve para nada. Y que con las migajas del poder que acá podemos conseguir, jamás daremos un paso adelante. Sé que ya te has dado cuenta que es inútil continuar esperando que nuestros enemigos decidan renunciar a sus privilegios. Estoy aquí porque se que ya has visto a través de la ilusión. Se que has visto la fachada inmunda de este Estado corrupto y podrido. ¿Es así primo o me equivoco?

En efecto, así era, pensó. Como todos aquel día, su primo había entrado por la puerta de su despacho diciendole lo que debía hacer. Pero sólo él le hablaba en un lenguaje que compartía. Y parecía tener razón. ¿Era posible que esta nobleza autocomplaciente fuera capaz de ceder algún milímetro de sus privilegios? ¿Era acaso el momento de la fuerza? Había sin duda algo de seductor en las palabras de Navedo, algo en su retórica que lo atraía, era quizás la presencia de una respuesta clara y precisa. Pero había al mismo tiempo, algo inquietante, que no era capaz aún de individuar. ¿Pero y el plan de Gadaré? ¿Debía dar crédito tan fácilmente a las palabras del duque De Pegnopis? ¿Era posible, que Gadaré, con toda su experiencia y sabiduría se dejará engañar tan burdamente por el coronel?

-Pero Gadaré tiene su propio plan Navedo. Estuvo aquí y me dijo que debíamos apoyar a los republicanos y que ellos votarían luego a favor del voto universal.

-¿Y tú crees realmente que ese plan puede funcionar?

-No dudo de que los republicanos intentarán traicionarnos, y que es un acuerdo extraño, o demasiado frágil en el mejor de los casos, pero sé también que el viejo no se embarcaría en esa aventura sino tuviera eso ya calculado, si no supiera ya que hacer para el momento en que intenten darnos la espalda.

-¿Pero de verdad crees todavía en el viejo? Escucha, te lo explico así. Hace ya años que el viejo renunció a todo y se transformó en una simple serpiente venenosa que intenta inyectar su veneno donde pueda. Pero como con todas las serpientes, basta mantenerla alejada y aprender a controlarla. Ahora no es más que un sumiso animal, una serpiente sin dientes, que no asusta ni preocupaba a nadie, que ya todos han a domado, pero que aún recuerda como mostrarse amenazadora de vez en cuando. Y por eso le permiten seguir dando vueltas por ahí, porque todos le hacen creer que sus palabras tienen un peso, que sus cálculos políticos son geniales, que nadie puede con él, pero así también lo mantienen tranquilo, porque todos saben que no pasará nunca de las palabras, porque saben que si llegará a morder, su ataque sería inofensivo. Y eso en el fondo, él lo sabe, y es lo que lo vuelve patético. Se conformó con saber erizarse, con jugar al juego de la vieja y astuta serpiente, que todo sabe y todo comprende, para así poder ignorar su fracaso y su renuncia a los valores y los ideales que hacían de él nuestro líder. No Nuspano. Nada de lo que él pueda decir es una opción, porque es un ídolo caído, por que se traicionó a sí mismo, porque nos tracionó.

-Pero, pero... ¿de verdad piensas eso?

- Y tú ¿de verdad crees todavía en él?

-Sí, la verdad sí.

-Entonces escuhame. El viejo no sólo es la serpiente desdentada y patética que acabo de describir. Sino que te ha vendido. A cambio de unas cuantas monedas vendió tu voto al coronel y su banda de traficantes, porque estaba completamente seguro de conseguirlo. Y eso lo sé de buena fuente. Tengo un espía en el corazón de los republicanos.

Nuspano miraba fijamente al muro. Era como si su primo no estuviera ahí. Veía la fachada inmunda y el asqueroso tráfico que ocultaba. Estaba en la mierda. En el centro de un mundo de mierda. Un mundo que bien merecía ser destruido, destrozado, barrido por el viento, reducido a escombros. ¿Pero era posible? ¿Era posible tomar el poder y con él crear un mundo nuevo? ¿Acaso no había apenas descubierto que el poder era como un niño?

-Y dime Navedo ¿Qué demonios significa tomarse el poder?

- ¿Cómo qué significa? Tomarse el poder es tomarse el poder. Disolver el congreso por la fuerza, arrestar al rey y nombrar nuevas autoridades que gobiernen el país, y esas nuevas autoridades serán el nuevo poder, y serán ella quienes construyan el mundo nuevo que desde hace ya demasiado tiempo soñamos.

-No, no es posible. El poder no es sólo el parlamento, no es sólo el rey. Está en todos lados. Ocuparás el Estado sólo para darte cuenta que deberás seguir luchando, en todas partes, para mantener ese efímero poder que tus nuevas autoridades conquistarán.

-No importa. Estamos preparados. Y si hay que seguir luchando, entonces seguiremos luchando. Los aplastaremos, como aplastaremos toda oposición aquí en Bálnica. Nuestra revolución no fallará. Pero para que triunfe necesitamos tu voto.

-¿Qué tiene que ver mi voto?

-Apoyando la guerra, el gobierno llamará a los armadas locales a acuartalarse en la ciudad, para prestar juramento de persona al rey. Y esa será nuestro momento. Gran parte de los regimientos de Dodara y varios de los de Eojt se encuentran contralados por nuestros hombres. Y en los regimientos de Bálnica tenemos agentes prontos a tomar el lugar de sus oficiales para dirigir la revuelta. Una vez estén todos acá, en la capital, se sublevarán y ocuparán los centros estretégicos, unidades entrenadas especialmente arrestaran al rey y a los senadores. En un día el poder pasará a nuestras manos.

-Hablas como si nadie fuera oponorse. Los dos sabemos que no será así. Será una masacre.

-La cantidad de muertos variará a partir de la eficacia del efecto sorpresa y de la resistencia que encontremos. Mientras más brutal sea el golpe al inicio, menos serán aquellos que quieren oponerse a nuestra fuerza luego. La violencia es necesaria, es la fuerza creadora de nuestro nuevo mundo, será nuestra violencia la que acabe con todas las violencias.

-Ni el rey ni los senadores se dejarán arrestar. Son demasiado orgullosos.

-Lo sabemos. 'Arrestar' es en el fondo un término técnico. Lo que quiero decir es que serán ajusticados. No dejaremos con vida a posibles líderes de la opsición. Si la primera vez golpeamos con la suficiente fuerza, no necesitaremos golpear una segunda vez.


El sonido del puño de la mano derecha de Navedo al golpear la palma de su otra mano, resonó potente en toda la habitación. Y de pronto Nuspano pudo verlo todo con claridad. La corrupción, el ego, la opulenta decadencia de sus enemigos, la arrogante sed de riqueza, la ciega ira que empuña la venganza como un arma envenedada e invencible, lo vio todo, vio el mundo entero a su alrededor que se desmoronaba. Una realidad que caía a pedazos, y la sangre que corría como un río por entre sus grietas. Vio el centro de las tinieblas. Y sintió miedo. Y repulsión.

-No primo. No seré cómplice de esta masacre.

-No debes tener escrúpulos, no puedes permitírtelo. Si queremos sepultar esta sociedad que nos repugna, no podemos darnos el lujo de tener escrúpulos o de probar piedad por el enemigo. Quien quiera escribir la historia, debe estar dispuesto a derramar la sangre. Derramarla y dejarla correr. No hoy otro modo.

-La sangre llama a la sangre. ¿Cómo reconocerás el momento en que podrás dejar de derramarla?

-Lo sabremos, pero lo importante no es eso. Lo importante es que el momento ha llegado y que la causa del pueblo llama a sus hijos mejores.

-No, ya te lo dije. No seré cómplice de esta masacre.

-¿Nos abandonas?

-No, no abandono a nadie, simplemente renuncio.

-¿Renunciar? ¿A qué?

-A todo.

-No, Nuspano, no. Estás desvariando. Pero te entiendo. Está ha sido una jornada agotadora, más que cualquier otra en tu vida probablemente, y te entiendo. Pero sabes que no puedes renunciar. Porque sabes que renunciar equivale a traicionarme, y tú nunca, lo sé, podrías traicionarme. Pero tranquilo, te entiendo, aún hay tiempo. Mañana temprano pasaré de nuevo para que ultimemos los detalles. Tranquilo, la victoria será nuestra.